El avión estaba
aterrizando, el vuelo a penas había durado 50 minutos, fue bastante
sorprendente comprobar que mi nuevo hogar no estaba ni a 600km de Madrid,
estaba nerviosa, como cada vez que me disponía a conocer mi nuevo hogar, las
nuevas personas, los nuevos horarios, los nuevos idiomas,… aunque claro, esta
vez era distinto, el idioma y el horario era el mismo, el clima un poco
diferente pero por lo demás no tendría que costarme acostumbrarme a esta nueva
ciudad.
Al abrirse las puertas
vi a mis padres y mi hermana saludándome, sonreían. Al verles corrí a
abrazarles, son mis cimientos, son los que hacen de cada lugar mi hogar,
supongo que el hecho de que ningún lugar físico me hiciese sentir en casa
convertía los brazos de mis padres y hermanos en esa sensación de vuelta a
casa.
-¿Qué tal la Sierra?
¿Te gustó?- preguntó mi madre una vez que caminábamos hacia el parking.
-Me ha encantado,
cuando sea mayor pienso vivir en medio de un bosque- todos rompieron a reír-¿de
qué os reís?
-De nada…- dijo mi
hermana aguantándose la risa.
Nos subimos en el
nuevo coche, si, mi padre tenía la mala costumbre de comprarse un nuevo coche
cada vez que cambiábamos de casa, esta vez era un Nissan Navara Negro. Mi padre
condujo durante más o menos una hora hasta que redujo un poco la velocidad.
-Este es nuestro nuevo
pueblo.
-Es muy pequeño- dije
sorprendida, mire por las ventanas y añadí.- ¿Cuál es nuestra casa?
Nadie dijo nada, yo
insistí un par de veces más hasta que ya no se veían casas, solo arboles,
muchos, por todos lados, avanzamos por un camino de tierra y a lo lejos vi una
casa enorme de piedra.
-Esta es nuestra nueva
casa.- mis ojos se abrieron como platos, era la mejor casa en la que habíamos
vivido, era perfecta, al menos para mí.
-¿En serio? ¿En el
medio del bosque? ¡Me encanta!- grité y antes de que el coche dejase de moverse
yo ya había saltado y corría hacia la puerta. Tenía ganas de entrar, de ver los
muebles, mi habitación, todo, quería verlo todo.
-Ana, tus cosas están
en la primera puerta a la derecha, tu padre quería que eligieses tú tu
habitación- me sonrió, abrió la puerta y yo entré corriendo en la casa, antes
de coger mis cajas y mi maleta subí al piso de arriba y tras abrir varias
puertas encontré la habitación perfecta.
Las paredes estaban
pintadas en blanco, era la esquina de la casa y en esta había una gran
ventana-mirador donde quedaba acoplada una madera con un cojín encima a modo de
sillón que daba al bosque, al igual que las otras 3 ventanas, había una cama de
matrimonio justo en frente de la puerta bajo una ventana, una mesa de escritorio
a la izquierda y un gran armario. Me acerqué a la ventana-mirador y abrí la
ventana para dejar entrar el aire con olor a eucalipto, cerré los ojos y
respire profundamente, es posible que este olor me embaucase más incluso que el
olor a pino.
-Cariño, ¿te dejo las
cosas aquí?- me preguntó mi padre.
-Sí, esta será mi
habitación, es perfecta. – contesté abriendo los ojos pero sin apartar la
mirada del bosque.
-Te veo tan mayor… -
eso hizo que me girase.
-Papá, solo tengo 11
años, no soy mayor – le sonreí.
-En dos meses empiezas
el instituto y eres mi pequeña, que rápido pasa el tiempo… - se acercó, dejo
las cajas junto a la cama y me besó en la frente – Sabía que elegirías esta
habitación – dijo susurrando y con un toque de tristeza en la voz – Te quiero, cariño.
-Y yo a ti, papá.
Mi padre se fue y yo
desembalé todas mis cosas menos mi caja de recuerdos que la guarde, esta vez,
bajo la tabla de la ventana. Coloqué mi ropa en el armario, destapé todos los
muebles, coloqué mis libros y algún adorno en las estanterías, todo estaba en
su sitio, me hacían falta sabanas para mi nueva cama, pero por lo demás ya
tenía todo lo necesario. Cuando terminé ya era de noche y mamá cantaba desde
alguna habitación de abajo, supuse que sería la cocina, a mi madre le encanta
cocinar y siempre canta cuando lo hace. Bajé y encontré a mi padre hablando por
teléfono, lo que me extrañó pues mi padre nunca hablaba por teléfono, y mi
hermana leía en el sofá del salón.
-…no, se acabó, creo
que lo dejé muy claro en su día que no quería estar involucrado, no en esta
locura,…- me vio- Tengo que dejarte, olvídate del tema.
-¿Papá, todo va bien?
– pregunté un poco extrañada, intentando adivinar con quien podría estar
hablando.
-¡Ya está la cena! –
gritó mi madre desde la cocina, eso hizo que mi padre respirase aliviado y que
yo no tuviese la oportunidad de seguir interrogándole.
Durante el resto del
verano Elisa y yo bajábamos al pueblo casi todas las mañanas, esperando que de
esta forma pudiésemos hacernos amigos antes de empezar las clases, pero estaba
claro que no era tan fácil como en las ciudades, aquí eran muy pocos habitantes
y por tanto jóvenes de nuestra edad muchos menos. En el pueblo había un
bar-restaurante, una tienda de todo un poco y una iglesia, eso hacía que mi
hermana se aburriese, a ella le encantaban las ciudades, ir de compras, los
transportes públicos y aquí no había nada de eso. Un día caluroso, hubo una
pequeña fiesta en el pueblo y allí vimos a los jóvenes, fácilmente llegaban a
la decena, lo que nos dejó muy sorprendidas, al ver que no se acercaban a
nosotras decidí que no nos quedaba más remedio que ser nosotras las que
diéramos el primer paso. Resultaron ser turistas, es decir, ese tipo de jóvenes
cuyos padres tienen una casa en el pueblo, pues estos eran de esos que se
pasaban la mitad del verano aquí, pero solo en verano, lo que nos apenó
bastante, pues eran muy agradables.
Antes de que empezase
a tocar la orquesta, el alcalde dedico unas tristes palabras al pueblo.
Resultaba que hacía 11 meses o así que un joven del pueblo había desaparecido y
nadie había vuelto a saber nada de él, esto inquietó bastante a mi madre, pero
mi padre la tranquilizó, él tenía el don de convencer a mi madre de lo que
fuese y mi madre lo quería tanto que no le negaba nada, ella iría al fin del
mundo por él, lo que ya habíamos comprobado unas cientos de veces, y era algo
que hacía que la admirase.
Pi pi pi piii pi pi pi
piii
Abrí los ojos
ilusionada y nerviosa, no había dormido nada bien, se supone que ya debería
estar acostumbrada pero seguía sin gustarme ser la nueva, a mi hermana le
pasaba lo mismo, siempre la última noche antes de empezar en un nuevo colegio
dormíamos las dos fatal, pero esta era la primera vez que dormíamos separadas y
eso me ponía aún más nerviosa.
-Ana, cariño, levántate
que es tu primer día de instituto – dijo mi madre abriendo las cortinas y
acercándose a la cama.
-Mamá, estoy nerviosa,
me da miedo, creo que no voy a encajar…
-Cariño, no te
preocupes, el primer día será difícil pero te harás amigos enseguida, ya lo
veras…- me besó en la frente y añadió- vístete rápido que hoy es un día muy
especial. Yo voy haciendo el desayuno. – se levantó.
-Mamá… - la frené -
¿sabes que hoy hace un año que desapareció el chico del pueblo?
-¡Qué horror! Pobres
padres… - dijo mi madre mientras salía de la habitación.
Yo me levanté, hice la
cama, por suerte no me movía demasiado y
el hacerla me resultaba fácil, me fui al baño y me di una ducha rápida, volví a
mi habitación y me puse unos vaqueros bermudas, unas converse bajas amarillas,
una camiseta de tirantes amarilla y una sudadera azul marino. Luego volví al
baño a peinarme, lo cual era difícil pues tenía una larga melena castaña hasta
la cintura ondulada, finalmente, me lo cepillé y decidí dejarlo secar al aire.
Cuando bajé estaba muy
nerviosa y no me extrañaba, mi casa era de lo más estresante, como siempre lo
era el primer día en un nuevo colegio, mucho papeleo y trámites que no habíamos
podido hacer antes pero que debíamos entregar hoy en el instituto del pueblo de
al lado, pues en nuestro pueblo no había ni colegios ni institutos. Al entrar
en la cocina sobre la mesa había mucha comida, huevos revueltos, beicon,
salchichas, zumo de naranja natural, tostadas, cereales,…
-¡Me encanta el
desayuno del primer día! – dije acercándome a mi madre y dándola un beso. –
Eres genial, mamá.
Me senté en la mesa y
a los 5 minutos llegó mi hermana a la cocina, que rápidamente se sentó y
después lo hicieron mis padres, comí un montón, los nervios desataban mi
apetito, al igual que muchas otras cosas, en eso he salido a mi padre, no tengo
dudas, mi madre come muy poco y no lo disfruta al igual que le pasa a mi
hermana, pero mi padre y yo devoramos lo que nos pongan, así que a pesar de que
había mucha comida en la mesa, no sobró nada.
-Buenos días, chicos.
Mi nombre es Ernesto, para los pocos que no me conocéis, este año voy a ser
vuestro tutor, como ya sabéis las clases de educación física, plástica y música
la compartiremos con los alumnos de segundo. – dijo el profesor cuando ya nos
habíamos acomodado todos en nuestros pupitres, éramos unos 17 en clase, lo que
me sorprendió mucho, acostumbrada a clases multitudinarias.
Yo me senté en la
primera fila junto con una chica pelirroja, con ojos verdes que se sentaba
sola, esta chica era Raquel y resulta que se sentaba sola porque vivía en mi
pueblo y no conocía tan bien a los de este pueblo, así que finalmente pude
descubrir que ella era la única persona de mi edad en el pueblo. Nuestra clase
estaba dividida por una especie de persiana, la cual se abría para las clases
compartidas con los de segundo que estaban en la otra mitad de la clase. En el
recreo estuve con Raquel, me acompañó a secretaría a entregar unos documentos y
luego salimos al patio, ella me guió hacia las pistas de fútbol y vi como un chico,
algo mayor que nosotras, con ojos claros y pelo castaño claro nos saludaba,
bueno, más bien a Raquel, esta le sonrió y le devolvió el saludo.
-Ese es Daniel,
también es del pueblo y tiene una año más que nosotras – dijo sin apartar la
mirada de la pista – es muy agradable y ese otro - señaló a un grupo de chicos
mucho más mayores – el de la izquierda del todo, es su hermano Pablo… era muy
amigo de Sergio.
-¿Sergio? ¿Quién es
Sergio? – pregunté aunque creía conocer la respuesta.
-El chico del pueblo
que desapareció hace…
-Un año, sí, ya sé
quien es… - dije mirando a Pablo, la verdad, es que parecía un poco ausente,
sería difícil un día como hoy para él.
-Ana, este es Daniel,
Daniel esta es Ana, es la nueva del pueblo… - me devolvió a la conversación y
al girarme de golpe me quedé impresionada al ver sus ojos, eran azules, muy
azules y su sonrisa era muy amplia y bonita.
-Ah! Hola – dije un
poco nerviosa, lo que me produjo una risilla nerviosa, el sonrió también y los
tres estuvimos hablando todo el recreo, fue muy divertido, al final el primer
día no había sido tan horrible, solo esperaba que mi hermana también hubiese tenido
un buen empiece. Cuando volvíamos a clase la vi hablando con un grupito de
chicas, parecía estar bien y eso me alegró.
Era tarde, había sido
un día intenso, lleno de nerviosismo y nuevos comienzos, mi madre no terminaba
de estar muy relajada en ningún momento pero mi padre parecía muy feliz y eso
hacía que el ambiente en casa fuese muy agradable. Después de cenar decidí salir
a dar un paseo, era tarde y sabía que era peligroso, pero era noche de luna
llena y el bosque estaba precioso con las sombras que se formaban, caminé
durante 15 minutos y ya estaba completamente rodeada de árboles, no sé muy bien
por qué al verme tan sola en medio del bosque me vino a la cabeza Sergio. De
pronto un aullido me sacó de mis pensamientos y me dejó paralizada, al igual
que me había pasado en el lago, pero a diferencia con aquella vez solo parecía
haber un lobo y el aullido no sonaba agresivo, no me daba miedo, más bien me
producía dolor, tristeza. Empecé a caminar en dirección al aullido, no debía
seguir avanzando por el bosque, pero algo me incitaba a sumergirme más y más en
el profundo bosque, caminaba cada vez más deprisa a pesar de saber que no debía
seguir, mis piernas se movían solas impulsadas por un deseo interior, ya no
corrían, volaban, no era consciente de estar tocando el suelo, otra vez el
aullido, esta vez más cerca y mi cuerpo volvió a aumentar de velocidad y
entonces frenó en seco al verle a unos 50 metros. Me quedé inmóvil, era un lobo
muy parecido a los que había visto en la Sierra, pero el pelaje era gris, y no
parecía tan agresivo como los otros, se giró y sus ojos grises se fijaron en
los míos, estaba asustado, pero sus ojos se perdieron en los míos, mi cuerpo
estaba muy relajado y eso me asustó un poco, aún así no podía apartar la
mirada, era como si me hubiese hipnotizado. Mis pies retomaron el movimiento
aunque esta vez de forma muy lenta, el permanecía quieto, mirándome, ya no
estaba asustado, su pelaje gris permanecía relajado al igual que mi cuerpo pero
su mirada denotaba curiosidad, eso me hizo sonreír, ya estaba muy cerca de él,
a un metro de poder rozar su precioso pelaje gris, estiré el brazo y…
-¡ANA! – era mi padre
el que gritaba, el lobo se asustó y se fue corriendo - ¡ANA! – no me moví,
esperé a que el pelaje gris desapareciese entre los árboles, quería seguirlo pero mi padre no dejaba de gritar y no me quedó más remedio que volver a casa.
-Lo siento papá, me…
despisté y no sabía volver – mi padre me abrazó al verme.
-Ten cuidado, el
bosque es muy peligroso y más por las noches, no vuelvas a irte sola ¿vale? –
asentí mirando hacia el bosque y entramos en casa.
-¿Ana Rivas, sobre qué
vas a hacer tu trabajo de Ciencias naturales?- me preguntó el profesor Ricardo. Yo
había pensado hacerlo sobre ovejas pues mi padre se acababa de comprar una
docena pero en el último momento cambié de opinión.
-De lobos,
especialmente de los que se encuentran por esta zona.
-Ana, aquí no hay
lobos, hace algunos años que se extinguieron, pero puedes hacerlo sobre los
lobos de a Península.
-Sí que hay lobos,
profesor, hace unos días yo vi a uno. – todos me miraron como si estuviese
mintiendo.
-Sería un perro. – sentenció
el profesor y el timbre marcó el fin de las clases.
Mi padre me regaló una
bicicleta por mi cumpleaños que había sido hacía 3 días, así que ahora iba y volvía
al instituto en bici. Al llegar al pueblo había un revuelo enorme en la puerta
de la tienda, Dani, Raquel y yo nos acercamos para ver qué pasaba. Como éramos
más ágiles que el resto nos colamos entre las personas y pudimos ver a través
del cristal de la puerta.
-Es… es… - intentaba
decir Dani – es… ¡Sergio! – al decir esto yo me giré para observar bien la
escena, estaba el señor Rodiles junto a su esposa abrazando a un joven de unos
16 años aunque muy alto, de piel morena, pelo corto y castaño oscuro. Ese debía
de ser Sergio, el chico desaparecido.
-¿Qué ha pasado?-
preguntó Raquel a unas señoras.
-El chico ha aparecido
caminando de entre los árboles y…
-iba horriblemente
vestido,…
-Sin decir nada a
nadie se ha dirigido hacia la tienda de sus padres y ahí siguen…
-llevan casi una hora
ahí dentro…
Las mujeres se
cortaban unas a otras, todas querían contarnos que había pasado, yo miré al
bosque ¿de dónde vendría desde ahí? ¿Qué le habría pasado durante este año? ¿Cómo
es que había vuelto? Era muy extraño que un menor después de un año volviese
sano y salvo, al menos aparentemente, mi madre se pondría feliz y se relajaría,
debía ir a contárselo.
-Chicos…
-Me voy corriendo a decírselo
a mi hermano…- dijo Dani saliendo de la multitud sin darme tiempo a terminar de decir nada.
-Yo también me voy que
llego tarde a comer.- añadió Raquel y se fueron. Yo me volví a girar hacia la
puerta, se les veía muy felices, qué contentos tenían que estar los tres,
estuve unos segundos observando la escena, justo cuando estaba a punto de irme,
los ojos del señor Rodiles se clavaron en los míos de una forma desconcertante.
Muy buen trabajo, Ana. Me ha encantado, es muy fácil de leer y muy difícil dejar de leerlo!!
ResponderEliminarSigue así!
Ceci
Me gusta, me gusta!!
ResponderEliminar¿Para cuando el siguiente?? ^^
Esta muuuuuy interesante....