Cerré los ojos y
respiré profundamente, un olor a salitre llenó mis pulmones a la vez que una
suave brisa rozaba mi piel y removía mi pelo. Un aullido se oyó a lo lejos y no
pude evitar sonreír, ya eran las doce. Es increíble lo rápido que pasa el
tiempo y lo poco que cambian algunas cosas.
-Felicidades preciosa
- me susurró Dani en el oído justo antes de darme un dulce beso en los labios.
Otras, en cambio,
habían cambiado muchísimo en los últimos 5 años. No sé cuál fue el momento
exacto en que mi padre decidió dejar de ser un nómada, ni cuando Dani y yo
dejamos de ser solo amigos, ni cuando empezamos a ser un pueblo con
superpoblación juvenil, lo que sí sabía con certeza era que esta nueva vida, o
al menos casi todo de ella, me encantaba.
-Gracias – dije
separándome de él, estábamos en una pequeña playa situada a unos 10km del
pueblo, abrí los ojos y me sumergí en esos preciosos ojos azules, le sonreí – mis
padres me van a matar, que lo sepas… - le besé – deberíamos volver que mañana
hay clase y es muy tarde…
-Es que quería ser el
primero en felicitarte – le sonreí pero no pude evitar mirar hacia el bosque,
por muy absurdo que parezca, pensé que el lobo había sido el primero, al pensar
esto me dio vergüenza, así que me volví a Dani y lo besé, fue un beso más largo
e intenso.
Ring…Ring…Ring…
-¿Si? Sí mama…
tranquila estoy con Dani…en la playa… ¡pues claro que tienes que estar
tranquila! No… ¡No, mamá, no estoy haciendo nada malo! Que si… que ya voy…
Adiós…- Mi madre estaba preocupada siempre desde que nos mudamos pero más
especialmente desde que se enteró de que algunas noches me escapaba al bosque
para encontrarme con aquel precioso lobo gris, cosa que no había vuelto a pasar
desde aquella primera vez. Lo busqué durante horas, días, meses, años... pero
no lo encontré, eso me frustró tanto que llegué a obsesionarme y hace casi 3
años mis padres me prohibieron ir al bosque sola y muchísimo menos por las
noches.
Llegamos a mi casa y
mi madre estaba esperándome en la puerta, me bajé de la moto de Dani, le di un
beso y esperé a que se marchara.
-Felicidades, cariño –
caminé hacia ella, me dio un beso y añadió – Ahora vete a la cama que mañana
tienes clase y mira que tarde es ya.
Asentí resentida,
entramos en casa, recorrí el pasillo hasta la cocina, me hice un sándwich y me
fui a mi habitación, seguida en todo momento por mi madre. Una vez en la
habitación, mi madre me dio las buenas noches y por fin me dejó sola, era tarde
pero no tenía nada de sueño, me puse el pijama, abrí la ventana y me senté,
respiré profundamente ese olor a eucalipto que tanto me embaucaba, ya era mi
cumpleaños y lo único que quería era volver a ver a aquel lobo, todo lo demás
que me pudiesen regalar no lo quería. El día de mi cumpleaños era el día que
más ansiaba volver a verle, pues cada año el día de mi cumpleaños a las doce en
punto un aullido recorría todo el bosque, pero luego desaparecía, por mucho que
lo buscase nunca lo encontraba. Un extraño movimiento entre los árboles me sacó
de mis pensamientos, dirigí hacia los arboles mis ojos y estos se abrieron como
platos. No era posible, no podía ser real, él no podía estar allí, entre la
primera hilera de arboles que bordeaban mi casa, mirándome fijamente después de
tanto tiempo, había cambiado pero era él, estaba segura, sus ojos me miraban de
la misma forma que aquella vez.
Bajé por la estructura
de madera por la que crecían las enredaderas pero sin apartar mis ojos de él,
tenía un miedo horrible a que volviese a desaparecer y llevaba mucho tiempo
esperando este encuentro. Llegué al suelo y empecé a caminar muy despacio, con
miedo y nerviosismo. Estábamos lo suficientemente cerca como para que sus ojos
me hipnotizaran de la misma forma que lo habían hecho años atrás, aumenté
ligeramente la velocidad y el lobo retrocedió, me quedé paralizada, no quería
que se fuese pero unos metros más allá volvió a pararse y a mirarme. Seguí
caminando, más y más, estaba muy cerca, a un escaso metro, estiré el brazo y
fue él quien se aproximó, cerré los ojos al sentir el suave y duro pelaje entre
mis dedos, se me saltaron las lagrimas, no había nadie en el mundo en ese
momento que fuese más feliz que yo, me agaché y le rodeé con mis brazos, él me
lamió alegremente la cara, me separé unos centímetros y le acaricié
cariñosamente entre las orejas, me senté con las piernas cruzadas y él se
recostó sobre ellas, era realmente precioso.
-Gracias – le susurré.
No fui consciente del tiempo que habíamos pasado así hasta que los primeros
rayos del sol atravesaron los árboles, el precioso lobo gris se levantó tan
rápido que me asustó – Debería entrar en casa antes de que mi madre suba a
despertarme. – lo dije con el fin de auto convencerme a mí misma, me levanté
aunque no pude moverme, ninguno de los dos lo hacía, simplemente nos mirábamos,
él con curiosidad, como la primera vez y yo era incapaz de apartar la mirada,
al cabo de unos minutos, él pareció darse cuenta de que era incapaz de moverme,
se acercó, me lamió la mano y se fue lentamente por el bosque. Cuando su pelaje
había desaparecido completamente trepé hasta mi ventana y me metí en la cama,
miré el reloj y supe que en 20 minutos aparecería mi madre para despertarme,
aún así, estaba tan cansada que me quedé dormida.
Cumpleaaños feliz…cumpleaños feliz…te deseeamos
Anaa…cumpleaños feliz…
-¡Felicidades, cariño!
– gritaron mis padres a la vez. Definitivamente dormir 20 minutos no me había
sentado nada bien, aún así, abrí los ojos y puse la mejor cara que tenía.
- Buenos días, cielo,
¿has dormido bien? – preguntó mi madre a la vez que realizaba su ritual
recorrido abriendo todas las cortinas de mi habitación y terminando en mi cama
para darme un beso en la frente.
-Vístete y baja a la
cocina a desayunar que tenemos una sorpresa para ti- dijo mi padre sonriendo y
acercándose a mí para darme un beso.
-¿Una sorpresa? ¿Y me
va a gustar? – dije saliendo de la cama tan rápido como mis agotados músculos
me lo permitieron.
-Esperamos que así
sea, hija.- dijo mi padre sonriendo y ambos salieron de la habitación. Si lo
había elegido mi padre seguro que me gustaba.
Mientras bajaba las
escaleras escuche mucho alboroto, cada paso que daba se oían más voces, risas,…
al reconocer la voz de mi hermana Elisa salí corriendo a la cocina, esta estaba
repleta de gente, estaban Miguel, su esposa Kristen y sus 4 hijos Austin, Kyle,
Loghan y Susan, también Andrés, su mujer Abella y su hija Maiara, Javi con su
novia Coraline y Elisa, toda mi familia al completo estaban en esta gran cocina
que con tanta gente parecía pequeña.
-¡FELICIDADES! –
gritaron todos al verme, en la mesa había un gran pastel de chocolate hecho por
mi madre, era mi favorito, también había tortitas, gofres, mini palmeritas,
cruasanes,… nunca entenderé como mi madre era capaz de cocinar para tantísima
gente, de los cuales varios comíamos por 2 o por 3 incluso.
Andrés y su familia me
regalaron una sudadera azul turquesa, unos vaqueros y una camiseta, Miguel y su
familia un estuche de maquillaje, seguramente lo había elegido Kristen, Javi me
regaló un viaje para ir a su casa de París y Elisa me regaló un cuadro hecho
por ella de un bosque de noche con un lobo gris aullando a la luna llena, como
se notaba que Elisa era la que mejor me conocía, la que más tiempo había vivido
conmigo.
Toc…Toc…Toc…
-¿Puedo pasar? –
pregunté a Cecilia, la profesora de química, ella me sonrió.
-¿Por qué llegas
tarde?
-Porque mis padres me
han dado una sorpresa, hoy es mi cumpleaños y han venido a casa toda mi
familia, mis hermanos y mis sobrinos…
-Ah, felicidades, anda
pasa… -Entré corriendo y me senté en mi mesa al lado de Raquel.
-Felicidades… - me
susurró Raquel.
-Raquel, mi madre os
invita a Dani y a ti a comer con nosotros en el restaurante de Encarnita, vamos
a ir los 15 y quieren que vengáis vosotros también. ¿Qué? ¿Te apuntas?- ni
Raquel ni Dani conocían a mi familia al completo, así que tanto Raquel como
Dani aceptaron, como muchas personas querían conocer a mi extraña familia.
Esta vez, mi hermano
Javi y Coraline vinieron a buscarnos al instituto, Raquel se quedó con la boca
abierta cuando vio a mi hermano, la verdad es que era un chico muy atractivo,
piel morena, alto, pelo castaño y unos bonitos ojos verdes, el y yo nos
parecíamos mucho a excepción de mi altura, el media 1,90 y yo 1,60, por lo que
no se me podía considerar una chica alta. En el coche hice las presentaciones y
ya Javi hizo el resto, él es el típico chico que cae bien a los 5 segundos de
abrir la boca, aún así, de vez en cuando dejaba de hablar con nosotros para
hacerle un resumen en francés a su novia, la cual lo agradecía pues no entendía
nada de español. Javi me echó alguna que otra miradita elocuente al verme
besarme con Dani por el espejo retrovisor, lo mejor de tener hermanos tan
mayores es que no eran para nada sobreprotectores, más bien disfrutaban haciéndome
de rabiar. Llegamos al restaurante y ya estaban todos sentados en la gran mesa
que teníamos reservada, al llegar hicimos las presentaciones pertinentes y nos
sentamos.
-Ana… tu sobrino
Austin no está nada mal ehh… - me dijo Raquel al oído, la verdad es que sonaba
raro pero claro, Austin tenía un año más que yo y era el tipo de chico que le
gustaba a Raquel, rubio, ojos azules, piel tostada, alto y musculoso.
Mi familia era de lo
más peculiar, unos padres demasiado jóvenes, aparentemente, como para ser
padres de un hombre de 37, el cual a su vez también parecía demasiado joven
para ser padre de un hijo de 18, estaba claro que mi familia no es muy de
esperar a casarse y formar una familia, mi teoría al respecto era bastante
lógica, como antes éramos unos nómadas, ciudadanos de ningún lugar, a medida
que íban creciendo, cada uno buscaba una forma de alejarse de ese estilo de
vida que nuestros padres nos habían impuesto y al cumplir la mayoría de edad lo
único que querían era establecerse en un lugar estable y formar una familia
normal, pero esto último no les había salido nada bien, no éramos para nada
normales, ninguno lo éramos, a veces, por separado podíamos parecerlo pero al
juntarnos todas nuestras rarezas, producidas por nuestra extraña infancia y
adolescencia salían a la luz y eso es lo que asustaba un poco a los
desconocidos.
-Abuela, ¿podremos
dormir todos en vuestra casa?- preguntó Loghan a mi madre.
-¡Pues claro! ¿No has
visto lo grande que es la casa?- respondió mi madre sonriendo.
-¿Os juntáis, muy a
menudo?- preguntó Raquel a Austin, el cual se sentaba a su lado.
-No, que va… una vez
cada 2, 3 años… como cada uno vivimos en un lugar del mundo pues no es
sencillo…
-Pero todos habláis
muy bien español…
-Claro, mis abuelos
son españoles, nacieron en algún lugar de España y esa ha sido la lengua
materna de mi padre y mis tíos, ellos hablan varios idiomas, pero prefieren
hablar en castellano, yo y mis hermanos, por el contrario, dominamos el
castellano pero preferimos el inglés y a mi prima Maiara le pasa lo mismo pero
con el portugués…
-Joo a mi me
encantaría saber más de un idioma…
-Raquel… cuidadito con
mi sobrino ehh – la interrumpí y todos los que lo oyeron estallaron en una
carcajada.
-Bueno supongo que
habréis visto que Ana tiene novio – dijo mi madre y acto seguido todas las
miradas se posaron en mí y en Dani, el cual instintivamente se alejo de mí lo
que provocó otra carcajada general. Yo estaba muerta de vergüenza y me giré un
poco para ocultar mi rostro, entonces reparé en que en la mesa de al lado
estaban los Rodiles y algunos de los nuevos jóvenes del pueblo. Sergio no había
cambiado demasiado desde la primera vez que le vi, cuando volvió de su año
desaparecido, nunca en estos 5 años le había visto sonreír, ni hablar, solo se
relacionaba con su familia y con los nuevos, incluso Dani me contó que ya no se
hablaba con su hermano Pablo. Cuando íbamos a la tienda y coincidíamos con él,
nunca nos miraba, siempre mantenía la mirada baja y hablaba muy bajito para
decirnos lo que debíamos pagar, en cambio, el señor Rodiles cuando entraba en
la tienda o me cruzaba con él por el pueblo nunca me apartaba la mirada,
siempre con esa extraña mirada, una mezcla entre confusión, expectación,
agradecimiento, curiosidad,… Una forma tan penetrante que me provocaba
escalofríos cada vez que la sentía. Esta vez no fue diferente, los nuevos me
miraron con curiosidad, el señor Rodiles de esa forma tan intimidatoria y
Sergio simplemente bajo la mirada.
El resto del día fue
una gran locura, mi casa estaba repleta de gente, niños correteando, bebé
llorando, adolescentes riéndose, padres gritando, mi madre cantando desde la
cocina, Raquel y Austin jugando a la Play
Station 3, alguien arrastraba muebles en el piso de arriba,… En mi opinión
demasiado ruido acostumbrada ya a la tranquilidad del campo, Dani se dio cuenta
de que me estaba volviendo loca y me sacó de casa para dar un paseo, fue un
agradable paseo por el bosque, me hubiese gustado más estar sola, pero mi madre
no lo permitiría y yo sabía que yendo con Dani el lobo no volvería a aparecer.
-¿Cuánto se van a
quedar? – preguntó Dani cuando ya no se oía nada más que los animalillos y las
hojas bajo nuestros pies.
-Los últimos se irán
en 3 semanas, algunos se quedan una semana y otros dos,… - suspiré y él me frenó
y giro.
-¿Qué pasa?
-Yo les quiero, pero
son muchos y no estoy acostumbrada a una familia tan numerosa… para mí podrían ser
todos hermanos míos, casi pego más como hermana de mis sobrinos que se mis
propios hermanos, además a Miguel casi ni le conozco,… Tengo una familia de
locos ¿no crees?-y me empecé a reír sola y a los pocos segundos el me acompañó.
Al llegar a casa mi
madre ya había hecho la cena y la mesa estaba puesta, Raquel y Dani se fueron a
sus casas. En mi habitación dormiría con mi sobrina Maiara, ya que por muchas
habitaciones que tuviese la casa, no había una habitación para cada uno y nos
habíamos repartido de forma más o menos equilibrada. Había sido un cumpleaños
genial, había venido toda mi familia y además había estado de nuevo con mi
precioso lobo gris. Cerré mis ojos y la oscuridad me trasladó al bosque, una
noche de luna llena con misteriosas sombras por doquier, a lo lejos un aullido,
corro y no encuentro al lobo, de pronto aparece el señor Rodiles mirándome de esa
forma tan penetrante, le hablo pero mi voz no se escucha, otro aullido, pero
este es diferente, no es el lobo gris, es un aullido agresivo, intimidante,
acto seguido un aullido proveniente de la garganta de mi lobo suena a dolor, a
un dolor insoportable, desgarrador, corro pero el señor Rodiles no me deja
pasar y de pronto a lo lejos los veo, varios lobos blancos y uno gris, mi lobo
gris aunque sus patas están teñidas de escarlata y apenas se tiene en pie,
entonces se desploma.
-¡NOOOOOO!- me desperté
sobresaltada por lo alto que había sonado mi voz, al abrir los ojos vi a mi
sobrina asustada, ya tenía 13 años, pero un grito así asusta a cualquiera – lo siento,
ha sido solo una pesadilla – lo dije con el fin de convencernos a las dos,
estas pesadillas seguramente se debían a que llevaba más de 24horas despierta o
definitivamente mi familia había conseguido que me volviese loca – Intentemos volvernos
a dormir.