martes, 11 de diciembre de 2012

3- Cumpleaños feliz


Cerré los ojos y respiré profundamente, un olor a salitre llenó mis pulmones a la vez que una suave brisa rozaba mi piel y removía mi pelo. Un aullido se oyó a lo lejos y no pude evitar sonreír, ya eran las doce. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que cambian algunas cosas.

-Felicidades preciosa - me susurró Dani en el oído justo antes de darme un dulce beso en los labios.

Otras, en cambio, habían cambiado muchísimo en los últimos 5 años. No sé cuál fue el momento exacto en que mi padre decidió dejar de ser un nómada, ni cuando Dani y yo dejamos de ser solo amigos, ni cuando empezamos a ser un pueblo con superpoblación juvenil, lo que sí sabía con certeza era que esta nueva vida, o al menos casi todo de ella, me encantaba.

-Gracias – dije separándome de él, estábamos en una pequeña playa situada a unos 10km del pueblo, abrí los ojos y me sumergí en esos preciosos ojos azules, le sonreí – mis padres me van a matar, que lo sepas… - le besé – deberíamos volver que mañana hay clase y es muy tarde…
-Es que quería ser el primero en felicitarte – le sonreí pero no pude evitar mirar hacia el bosque, por muy absurdo que parezca, pensé que el lobo había sido el primero, al pensar esto me dio vergüenza, así que me volví a Dani y lo besé, fue un beso más largo e intenso.

Ring…Ring…Ring…
-¿Si? Sí mama… tranquila estoy con Dani…en la playa… ¡pues claro que tienes que estar tranquila! No… ¡No, mamá, no estoy haciendo nada malo! Que si… que ya voy… Adiós…- Mi madre estaba preocupada siempre desde que nos mudamos pero más especialmente desde que se enteró de que algunas noches me escapaba al bosque para encontrarme con aquel precioso lobo gris, cosa que no había vuelto a pasar desde aquella primera vez. Lo busqué durante horas, días, meses, años... pero no lo encontré, eso me frustró tanto que llegué a obsesionarme y hace casi 3 años mis padres me prohibieron ir al bosque sola y muchísimo menos por las noches.

Llegamos a mi casa y mi madre estaba esperándome en la puerta, me bajé de la moto de Dani, le di un beso y esperé a que se marchara.
-Felicidades, cariño – caminé hacia ella, me dio un beso y añadió – Ahora vete a la cama que mañana tienes clase y mira que tarde es ya.

Asentí resentida, entramos en casa, recorrí el pasillo hasta la cocina, me hice un sándwich y me fui a mi habitación, seguida en todo momento por mi madre. Una vez en la habitación, mi madre me dio las buenas noches y por fin me dejó sola, era tarde pero no tenía nada de sueño, me puse el pijama, abrí la ventana y me senté, respiré profundamente ese olor a eucalipto que tanto me embaucaba, ya era mi cumpleaños y lo único que quería era volver a ver a aquel lobo, todo lo demás que me pudiesen regalar no lo quería. El día de mi cumpleaños era el día que más ansiaba volver a verle, pues cada año el día de mi cumpleaños a las doce en punto un aullido recorría todo el bosque, pero luego desaparecía, por mucho que lo buscase nunca lo encontraba. Un extraño movimiento entre los árboles me sacó de mis pensamientos, dirigí hacia los arboles mis ojos y estos se abrieron como platos. No era posible, no podía ser real, él no podía estar allí, entre la primera hilera de arboles que bordeaban mi casa, mirándome fijamente después de tanto tiempo, había cambiado pero era él, estaba segura, sus ojos me miraban de la misma forma que aquella vez.

Bajé por la estructura de madera por la que crecían las enredaderas pero sin apartar mis ojos de él, tenía un miedo horrible a que volviese a desaparecer y llevaba mucho tiempo esperando este encuentro. Llegué al suelo y empecé a caminar muy despacio, con miedo y nerviosismo. Estábamos lo suficientemente cerca como para que sus ojos me hipnotizaran de la misma forma que lo habían hecho años atrás, aumenté ligeramente la velocidad y el lobo retrocedió, me quedé paralizada, no quería que se fuese pero unos metros más allá volvió a pararse y a mirarme. Seguí caminando, más y más, estaba muy cerca, a un escaso metro, estiré el brazo y fue él quien se aproximó, cerré los ojos al sentir el suave y duro pelaje entre mis dedos, se me saltaron las lagrimas, no había nadie en el mundo en ese momento que fuese más feliz que yo, me agaché y le rodeé con mis brazos, él me lamió alegremente la cara, me separé unos centímetros y le acaricié cariñosamente entre las orejas, me senté con las piernas cruzadas y él se recostó sobre ellas, era realmente precioso.
-Gracias – le susurré. No fui consciente del tiempo que habíamos pasado así hasta que los primeros rayos del sol atravesaron los árboles, el precioso lobo gris se levantó tan rápido que me asustó – Debería entrar en casa antes de que mi madre suba a despertarme. – lo dije con el fin de auto convencerme a mí misma, me levanté aunque no pude moverme, ninguno de los dos lo hacía, simplemente nos mirábamos, él con curiosidad, como la primera vez y yo era incapaz de apartar la mirada, al cabo de unos minutos, él pareció darse cuenta de que era incapaz de moverme, se acercó, me lamió la mano y se fue lentamente por el bosque. Cuando su pelaje había desaparecido completamente trepé hasta mi ventana y me metí en la cama, miré el reloj y supe que en 20 minutos aparecería mi madre para despertarme, aún así, estaba tan cansada que me quedé dormida.

Cumpleaaños feliz…cumpleaños feliz…te deseeamos Anaa…cumpleaños feliz…
-¡Felicidades, cariño! – gritaron mis padres a la vez. Definitivamente dormir 20 minutos no me había sentado nada bien, aún así, abrí los ojos y puse la mejor cara que tenía.
- Buenos días, cielo, ¿has dormido bien? – preguntó mi madre a la vez que realizaba su ritual recorrido abriendo todas las cortinas de mi habitación y terminando en mi cama para darme un beso en la frente.
-Vístete y baja a la cocina a desayunar que tenemos una sorpresa para ti- dijo mi padre sonriendo y acercándose a mí para darme un beso.
-¿Una sorpresa? ¿Y me va a gustar? – dije saliendo de la cama tan rápido como mis agotados músculos me lo permitieron.
-Esperamos que así sea, hija.- dijo mi padre sonriendo y ambos salieron de la habitación. Si lo había elegido mi padre seguro que me gustaba.

Mientras bajaba las escaleras escuche mucho alboroto, cada paso que daba se oían más voces, risas,… al reconocer la voz de mi hermana Elisa salí corriendo a la cocina, esta estaba repleta de gente, estaban Miguel, su esposa Kristen y sus 4 hijos Austin, Kyle, Loghan y Susan, también Andrés, su mujer Abella y su hija Maiara, Javi con su novia Coraline y Elisa, toda mi familia al completo estaban en esta gran cocina que con tanta gente parecía pequeña.

-¡FELICIDADES! – gritaron todos al verme, en la mesa había un gran pastel de chocolate hecho por mi madre, era mi favorito, también había tortitas, gofres, mini palmeritas, cruasanes,… nunca entenderé como mi madre era capaz de cocinar para tantísima gente, de los cuales varios comíamos por 2 o por 3 incluso.

Andrés y su familia me regalaron una sudadera azul turquesa, unos vaqueros y una camiseta, Miguel y su familia un estuche de maquillaje, seguramente lo había elegido Kristen, Javi me regaló un viaje para ir a su casa de París y Elisa me regaló un cuadro hecho por ella de un bosque de noche con un lobo gris aullando a la luna llena, como se notaba que Elisa era la que mejor me conocía, la que más tiempo había vivido conmigo.

Toc…Toc…Toc…
-¿Puedo pasar? – pregunté a Cecilia, la profesora de química, ella me sonrió.
-¿Por qué llegas tarde?
-Porque mis padres me han dado una sorpresa, hoy es mi cumpleaños y han venido a casa toda mi familia, mis hermanos y mis sobrinos…
-Ah, felicidades, anda pasa… -Entré corriendo y me senté en mi mesa al lado de Raquel.
-Felicidades… - me susurró Raquel.
-Raquel, mi madre os invita a Dani y a ti a comer con nosotros en el restaurante de Encarnita, vamos a ir los 15 y quieren que vengáis vosotros también. ¿Qué? ¿Te apuntas?- ni Raquel ni Dani conocían a mi familia al completo, así que tanto Raquel como Dani aceptaron, como muchas personas querían conocer a mi extraña familia.

Esta vez, mi hermano Javi y Coraline vinieron a buscarnos al instituto, Raquel se quedó con la boca abierta cuando vio a mi hermano, la verdad es que era un chico muy atractivo, piel morena, alto, pelo castaño y unos bonitos ojos verdes, el y yo nos parecíamos mucho a excepción de mi altura, el media 1,90 y yo 1,60, por lo que no se me podía considerar una chica alta. En el coche hice las presentaciones y ya Javi hizo el resto, él es el típico chico que cae bien a los 5 segundos de abrir la boca, aún así, de vez en cuando dejaba de hablar con nosotros para hacerle un resumen en francés a su novia, la cual lo agradecía pues no entendía nada de español. Javi me echó alguna que otra miradita elocuente al verme besarme con Dani por el espejo retrovisor, lo mejor de tener hermanos tan mayores es que no eran para nada sobreprotectores, más bien disfrutaban haciéndome de rabiar. Llegamos al restaurante y ya estaban todos sentados en la gran mesa que teníamos reservada, al llegar hicimos las presentaciones pertinentes y nos sentamos.

-Ana… tu sobrino Austin no está nada mal ehh… - me dijo Raquel al oído, la verdad es que sonaba raro pero claro, Austin tenía un año más que yo y era el tipo de chico que le gustaba a Raquel, rubio, ojos azules, piel tostada, alto y musculoso.

Mi familia era de lo más peculiar, unos padres demasiado jóvenes, aparentemente, como para ser padres de un hombre de 37, el cual a su vez también parecía demasiado joven para ser padre de un hijo de 18, estaba claro que mi familia no es muy de esperar a casarse y formar una familia, mi teoría al respecto era bastante lógica, como antes éramos unos nómadas, ciudadanos de ningún lugar, a medida que íban creciendo, cada uno buscaba una forma de alejarse de ese estilo de vida que nuestros padres nos habían impuesto y al cumplir la mayoría de edad lo único que querían era establecerse en un lugar estable y formar una familia normal, pero esto último no les había salido nada bien, no éramos para nada normales, ninguno lo éramos, a veces, por separado podíamos parecerlo pero al juntarnos todas nuestras rarezas, producidas por nuestra extraña infancia y adolescencia salían a la luz y eso es lo que asustaba un poco a los desconocidos.

-Abuela, ¿podremos dormir todos en vuestra casa?- preguntó Loghan a mi madre.
-¡Pues claro! ¿No has visto lo grande que es la casa?- respondió mi madre sonriendo.

-¿Os juntáis, muy a menudo?- preguntó Raquel a Austin, el cual se sentaba a su lado.
-No, que va… una vez cada 2, 3 años… como cada uno vivimos en un lugar del mundo pues no es sencillo…
-Pero todos habláis muy bien español…
-Claro, mis abuelos son españoles, nacieron en algún lugar de España y esa ha sido la lengua materna de mi padre y mis tíos, ellos hablan varios idiomas, pero prefieren hablar en castellano, yo y mis hermanos, por el contrario, dominamos el castellano pero preferimos el inglés y a mi prima Maiara le pasa lo mismo pero con el portugués…
-Joo a mi me encantaría saber más de un idioma…
-Raquel… cuidadito con mi sobrino ehh – la interrumpí y todos los que lo oyeron estallaron en una carcajada.
-Bueno supongo que habréis visto que Ana tiene novio – dijo mi madre y acto seguido todas las miradas se posaron en mí y en Dani, el cual instintivamente se alejo de mí lo que provocó otra carcajada general. Yo estaba muerta de vergüenza y me giré un poco para ocultar mi rostro, entonces reparé en que en la mesa de al lado estaban los Rodiles y algunos de los nuevos jóvenes del pueblo. Sergio no había cambiado demasiado desde la primera vez que le vi, cuando volvió de su año desaparecido, nunca en estos 5 años le había visto sonreír, ni hablar, solo se relacionaba con su familia y con los nuevos, incluso Dani me contó que ya no se hablaba con su hermano Pablo. Cuando íbamos a la tienda y coincidíamos con él, nunca nos miraba, siempre mantenía la mirada baja y hablaba muy bajito para decirnos lo que debíamos pagar, en cambio, el señor Rodiles cuando entraba en la tienda o me cruzaba con él por el pueblo nunca me apartaba la mirada, siempre con esa extraña mirada, una mezcla entre confusión, expectación, agradecimiento, curiosidad,… Una forma tan penetrante que me provocaba escalofríos cada vez que la sentía. Esta vez no fue diferente, los nuevos me miraron con curiosidad, el señor Rodiles de esa forma tan intimidatoria y Sergio simplemente bajo la mirada.

El resto del día fue una gran locura, mi casa estaba repleta de gente, niños correteando, bebé llorando, adolescentes riéndose, padres gritando, mi madre cantando desde la cocina, Raquel y Austin jugando a la Play Station 3, alguien arrastraba muebles en el piso de arriba,… En mi opinión demasiado ruido acostumbrada ya a la tranquilidad del campo, Dani se dio cuenta de que me estaba volviendo loca y me sacó de casa para dar un paseo, fue un agradable paseo por el bosque, me hubiese gustado más estar sola, pero mi madre no lo permitiría y yo sabía que yendo con Dani el lobo no volvería a aparecer.

-¿Cuánto se van a quedar? – preguntó Dani cuando ya no se oía nada más que los animalillos y las hojas bajo nuestros pies.
-Los últimos se irán en 3 semanas, algunos se quedan una semana y otros dos,… - suspiré y él me frenó y giro.
-¿Qué pasa?
-Yo les quiero, pero son muchos y no estoy acostumbrada a una familia tan numerosa… para mí podrían ser todos hermanos míos, casi pego más como hermana de mis sobrinos que se mis propios hermanos, además a Miguel casi ni le conozco,… Tengo una familia de locos ¿no crees?-y me empecé a reír sola y a los pocos segundos el me acompañó.

Al llegar a casa mi madre ya había hecho la cena y la mesa estaba puesta, Raquel y Dani se fueron a sus casas. En mi habitación dormiría con mi sobrina Maiara, ya que por muchas habitaciones que tuviese la casa, no había una habitación para cada uno y nos habíamos repartido de forma más o menos equilibrada. Había sido un cumpleaños genial, había venido toda mi familia y además había estado de nuevo con mi precioso lobo gris. Cerré mis ojos y la oscuridad me trasladó al bosque, una noche de luna llena con misteriosas sombras por doquier, a lo lejos un aullido, corro y no encuentro al lobo, de pronto aparece el señor Rodiles mirándome de esa forma tan penetrante, le hablo pero mi voz no se escucha, otro aullido, pero este es diferente, no es el lobo gris, es un aullido agresivo, intimidante, acto seguido un aullido proveniente de la garganta de mi lobo suena a dolor, a un dolor insoportable, desgarrador, corro pero el señor Rodiles no me deja pasar y de pronto a lo lejos los veo, varios lobos blancos y uno gris, mi lobo gris aunque sus patas están teñidas de escarlata y apenas se tiene en pie, entonces se desploma.

-¡NOOOOOO!- me desperté sobresaltada por lo alto que había sonado mi voz, al abrir los ojos vi a mi sobrina asustada, ya tenía 13 años, pero un grito así asusta a cualquiera – lo siento, ha sido solo una pesadilla – lo dije con el fin de convencernos a las dos, estas pesadillas seguramente se debían a que llevaba más de 24horas despierta o definitivamente mi familia había conseguido que me volviese loca – Intentemos volvernos a dormir.

lunes, 3 de diciembre de 2012

2- Mi nuevo hogar


El avión estaba aterrizando, el vuelo a penas había durado 50 minutos, fue bastante sorprendente comprobar que mi nuevo hogar no estaba ni a 600km de Madrid, estaba nerviosa, como cada vez que me disponía a conocer mi nuevo hogar, las nuevas personas, los nuevos horarios, los nuevos idiomas,… aunque claro, esta vez era distinto, el idioma y el horario era el mismo, el clima un poco diferente pero por lo demás no tendría que costarme acostumbrarme a esta nueva ciudad.
Al abrirse las puertas vi a mis padres y mi hermana saludándome, sonreían. Al verles corrí a abrazarles, son mis cimientos, son los que hacen de cada lugar mi hogar, supongo que el hecho de que ningún lugar físico me hiciese sentir en casa convertía los brazos de mis padres y hermanos en esa sensación de vuelta a casa.
-¿Qué tal la Sierra? ¿Te gustó?- preguntó mi madre una vez que caminábamos hacia el parking.
-Me ha encantado, cuando sea mayor pienso vivir en medio de un bosque- todos rompieron a reír-¿de qué os reís?
-De nada…- dijo mi hermana aguantándose la risa.
Nos subimos en el nuevo coche, si, mi padre tenía la mala costumbre de comprarse un nuevo coche cada vez que cambiábamos de casa, esta vez era un Nissan Navara Negro. Mi padre condujo durante más o menos una hora hasta que redujo un poco la velocidad.
-Este es nuestro nuevo pueblo.
-Es muy pequeño- dije sorprendida, mire por las ventanas y añadí.- ¿Cuál es nuestra casa?
Nadie dijo nada, yo insistí un par de veces más hasta que ya no se veían casas, solo arboles, muchos, por todos lados, avanzamos por un camino de tierra y a lo lejos vi una casa enorme de piedra.
-Esta es nuestra nueva casa.- mis ojos se abrieron como platos, era la mejor casa en la que habíamos vivido, era perfecta, al menos para mí.
-¿En serio? ¿En el medio del bosque? ¡Me encanta!- grité y antes de que el coche dejase de moverse yo ya había saltado y corría hacia la puerta. Tenía ganas de entrar, de ver los muebles, mi habitación, todo, quería verlo todo.
-Ana, tus cosas están en la primera puerta a la derecha, tu padre quería que eligieses tú tu habitación- me sonrió, abrió la puerta y yo entré corriendo en la casa, antes de coger mis cajas y mi maleta subí al piso de arriba y tras abrir varias puertas encontré la habitación perfecta.
Las paredes estaban pintadas en blanco, era la esquina de la casa y en esta había una gran ventana-mirador donde quedaba acoplada una madera con un cojín encima a modo de sillón que daba al bosque, al igual que las otras 3 ventanas, había una cama de matrimonio justo en frente de la puerta bajo una ventana, una mesa de escritorio a la izquierda y un gran armario. Me acerqué a la ventana-mirador y abrí la ventana para dejar entrar el aire con olor a eucalipto, cerré los ojos y respire profundamente, es posible que este olor me embaucase más incluso que el olor a pino.
-Cariño, ¿te dejo las cosas aquí?- me preguntó mi padre.
-Sí, esta será mi habitación, es perfecta. – contesté abriendo los ojos pero sin apartar la mirada del bosque.
-Te veo tan mayor… - eso hizo que me girase.
-Papá, solo tengo 11 años, no soy mayor – le sonreí.
-En dos meses empiezas el instituto y eres mi pequeña, que rápido pasa el tiempo… - se acercó, dejo las cajas junto a la cama y me besó en la frente – Sabía que elegirías esta habitación – dijo susurrando y con un toque de tristeza en la voz – Te quiero, cariño.
-Y yo a ti, papá.
Mi padre se fue y yo desembalé todas mis cosas menos mi caja de recuerdos que la guarde, esta vez, bajo la tabla de la ventana. Coloqué mi ropa en el armario, destapé todos los muebles, coloqué mis libros y algún adorno en las estanterías, todo estaba en su sitio, me hacían falta sabanas para mi nueva cama, pero por lo demás ya tenía todo lo necesario. Cuando terminé ya era de noche y mamá cantaba desde alguna habitación de abajo, supuse que sería la cocina, a mi madre le encanta cocinar y siempre canta cuando lo hace. Bajé y encontré a mi padre hablando por teléfono, lo que me extrañó pues mi padre nunca hablaba por teléfono, y mi hermana leía en el sofá del salón.
-…no, se acabó, creo que lo dejé muy claro en su día que no quería estar involucrado, no en esta locura,…- me vio- Tengo que dejarte, olvídate del tema.
-¿Papá, todo va bien? – pregunté un poco extrañada, intentando adivinar con quien podría estar hablando.
-¡Ya está la cena! – gritó mi madre desde la cocina, eso hizo que mi padre respirase aliviado y que yo no tuviese la oportunidad de seguir interrogándole.

Durante el resto del verano Elisa y yo bajábamos al pueblo casi todas las mañanas, esperando que de esta forma pudiésemos hacernos amigos antes de empezar las clases, pero estaba claro que no era tan fácil como en las ciudades, aquí eran muy pocos habitantes y por tanto jóvenes de nuestra edad muchos menos. En el pueblo había un bar-restaurante, una tienda de todo un poco y una iglesia, eso hacía que mi hermana se aburriese, a ella le encantaban las ciudades, ir de compras, los transportes públicos y aquí no había nada de eso. Un día caluroso, hubo una pequeña fiesta en el pueblo y allí vimos a los jóvenes, fácilmente llegaban a la decena, lo que nos dejó muy sorprendidas, al ver que no se acercaban a nosotras decidí que no nos quedaba más remedio que ser nosotras las que diéramos el primer paso. Resultaron ser turistas, es decir, ese tipo de jóvenes cuyos padres tienen una casa en el pueblo, pues estos eran de esos que se pasaban la mitad del verano aquí, pero solo en verano, lo que nos apenó bastante, pues eran muy agradables.
Antes de que empezase a tocar la orquesta, el alcalde dedico unas tristes palabras al pueblo. Resultaba que hacía 11 meses o así que un joven del pueblo había desaparecido y nadie había vuelto a saber nada de él, esto inquietó bastante a mi madre, pero mi padre la tranquilizó, él tenía el don de convencer a mi madre de lo que fuese y mi madre lo quería tanto que no le negaba nada, ella iría al fin del mundo por él, lo que ya habíamos comprobado unas cientos de veces, y era algo que hacía que la admirase.

Pi pi pi piii pi pi pi piii
Abrí los ojos ilusionada y nerviosa, no había dormido nada bien, se supone que ya debería estar acostumbrada pero seguía sin gustarme ser la nueva, a mi hermana le pasaba lo mismo, siempre la última noche antes de empezar en un nuevo colegio dormíamos las dos fatal, pero esta era la primera vez que dormíamos separadas y eso me ponía aún más nerviosa.
-Ana, cariño, levántate que es tu primer día de instituto – dijo mi madre abriendo las cortinas y acercándose a la cama.
-Mamá, estoy nerviosa, me da miedo, creo que no voy a encajar…
-Cariño, no te preocupes, el primer día será difícil pero te harás amigos enseguida, ya lo veras…- me besó en la frente y añadió- vístete rápido que hoy es un día muy especial. Yo voy haciendo el desayuno. – se levantó.
-Mamá… - la frené - ¿sabes que hoy hace un año que desapareció el chico del pueblo?
-¡Qué horror! Pobres padres… - dijo mi madre mientras salía de la habitación.
Yo me levanté, hice la cama, por suerte no me movía  demasiado y el hacerla me resultaba fácil, me fui al baño y me di una ducha rápida, volví a mi habitación y me puse unos vaqueros bermudas, unas converse bajas amarillas, una camiseta de tirantes amarilla y una sudadera azul marino. Luego volví al baño a peinarme, lo cual era difícil pues tenía una larga melena castaña hasta la cintura ondulada, finalmente, me lo cepillé y decidí dejarlo secar al aire.
Cuando bajé estaba muy nerviosa y no me extrañaba, mi casa era de lo más estresante, como siempre lo era el primer día en un nuevo colegio, mucho papeleo y trámites que no habíamos podido hacer antes pero que debíamos entregar hoy en el instituto del pueblo de al lado, pues en nuestro pueblo no había ni colegios ni institutos. Al entrar en la cocina sobre la mesa había mucha comida, huevos revueltos, beicon, salchichas, zumo de naranja natural, tostadas, cereales,…
-¡Me encanta el desayuno del primer día! – dije acercándome a mi madre y dándola un beso. – Eres genial, mamá.
Me senté en la mesa y a los 5 minutos llegó mi hermana a la cocina, que rápidamente se sentó y después lo hicieron mis padres, comí un montón, los nervios desataban mi apetito, al igual que muchas otras cosas, en eso he salido a mi padre, no tengo dudas, mi madre come muy poco y no lo disfruta al igual que le pasa a mi hermana, pero mi padre y yo devoramos lo que nos pongan, así que a pesar de que había mucha comida en la mesa, no sobró nada.

-Buenos días, chicos. Mi nombre es Ernesto, para los pocos que no me conocéis, este año voy a ser vuestro tutor, como ya sabéis las clases de educación física, plástica y música la compartiremos con los alumnos de segundo. – dijo el profesor cuando ya nos habíamos acomodado todos en nuestros pupitres, éramos unos 17 en clase, lo que me sorprendió mucho, acostumbrada a clases multitudinarias.
Yo me senté en la primera fila junto con una chica pelirroja, con ojos verdes que se sentaba sola, esta chica era Raquel y resulta que se sentaba sola porque vivía en mi pueblo y no conocía tan bien a los de este pueblo, así que finalmente pude descubrir que ella era la única persona de mi edad en el pueblo. Nuestra clase estaba dividida por una especie de persiana, la cual se abría para las clases compartidas con los de segundo que estaban en la otra mitad de la clase. En el recreo estuve con Raquel, me acompañó a secretaría a entregar unos documentos y luego salimos al patio, ella me guió hacia las pistas de fútbol y vi como un chico, algo mayor que nosotras, con ojos claros y pelo castaño claro nos saludaba, bueno, más bien a Raquel, esta le sonrió y le devolvió el saludo.
-Ese es Daniel, también es del pueblo y tiene una año más que nosotras – dijo sin apartar la mirada de la pista – es muy agradable y ese otro - señaló a un grupo de chicos mucho más mayores – el de la izquierda del todo, es su hermano Pablo… era muy amigo de Sergio.
-¿Sergio? ¿Quién es Sergio? – pregunté aunque creía conocer la respuesta.
-El chico del pueblo que desapareció hace…
-Un año, sí, ya sé quien es… - dije mirando a Pablo, la verdad, es que parecía un poco ausente, sería difícil un día como hoy para él.
-Ana, este es Daniel, Daniel esta es Ana, es la nueva del pueblo… - me devolvió a la conversación y al girarme de golpe me quedé impresionada al ver sus ojos, eran azules, muy azules y su sonrisa era muy amplia y bonita.
-Ah! Hola – dije un poco nerviosa, lo que me produjo una risilla nerviosa, el sonrió también y los tres estuvimos hablando todo el recreo, fue muy divertido, al final el primer día no había sido tan horrible, solo esperaba que mi hermana también hubiese tenido un buen empiece. Cuando volvíamos a clase la vi hablando con un grupito de chicas, parecía estar bien y eso me alegró.

Era tarde, había sido un día intenso, lleno de nerviosismo y nuevos comienzos, mi madre no terminaba de estar muy relajada en ningún momento pero mi padre parecía muy feliz y eso hacía que el ambiente en casa fuese muy agradable. Después de cenar decidí salir a dar un paseo, era tarde y sabía que era peligroso, pero era noche de luna llena y el bosque estaba precioso con las sombras que se formaban, caminé durante 15 minutos y ya estaba completamente rodeada de árboles, no sé muy bien por qué al verme tan sola en medio del bosque me vino a la cabeza Sergio. De pronto un aullido me sacó de mis pensamientos y me dejó paralizada, al igual que me había pasado en el lago, pero a diferencia con aquella vez solo parecía haber un lobo y el aullido no sonaba agresivo, no me daba miedo, más bien me producía dolor, tristeza. Empecé a caminar en dirección al aullido, no debía seguir avanzando por el bosque, pero algo me incitaba a sumergirme más y más en el profundo bosque, caminaba cada vez más deprisa a pesar de saber que no debía seguir, mis piernas se movían solas impulsadas por un deseo interior, ya no corrían, volaban, no era consciente de estar tocando el suelo, otra vez el aullido, esta vez más cerca y mi cuerpo volvió a aumentar de velocidad y entonces frenó en seco al verle a unos 50 metros. Me quedé inmóvil, era un lobo muy parecido a los que había visto en la Sierra, pero el pelaje era gris, y no parecía tan agresivo como los otros, se giró y sus ojos grises se fijaron en los míos, estaba asustado, pero sus ojos se perdieron en los míos, mi cuerpo estaba muy relajado y eso me asustó un poco, aún así no podía apartar la mirada, era como si me hubiese hipnotizado. Mis pies retomaron el movimiento aunque esta vez de forma muy lenta, el permanecía quieto, mirándome, ya no estaba asustado, su pelaje gris permanecía relajado al igual que mi cuerpo pero su mirada denotaba curiosidad, eso me hizo sonreír, ya estaba muy cerca de él, a un metro de poder rozar su precioso pelaje gris, estiré el brazo y…
-¡ANA! – era mi padre el que gritaba, el lobo se asustó y se fue corriendo - ¡ANA! – no me moví, esperé a que el pelaje gris desapareciese entre los árboles, quería seguirlo pero mi padre no dejaba de gritar y no me quedó más remedio que volver a casa.
-Lo siento papá, me… despisté y no sabía volver – mi padre me abrazó al verme.
-Ten cuidado, el bosque es muy peligroso y más por las noches, no vuelvas a irte sola ¿vale? – asentí mirando hacia el bosque y entramos en casa.

-¿Ana Rivas, sobre qué vas a hacer tu trabajo de Ciencias naturales?- me preguntó el profesor Ricardo. Yo había pensado hacerlo sobre ovejas pues mi padre se acababa de comprar una docena pero en el último momento cambié de opinión.
-De lobos, especialmente de los que se encuentran por esta zona.
-Ana, aquí no hay lobos, hace algunos años que se extinguieron, pero puedes hacerlo sobre los lobos de a Península.
-Sí que hay lobos, profesor, hace unos días yo vi a uno. – todos me miraron como si estuviese mintiendo.
-Sería un perro. – sentenció el profesor y el timbre marcó el fin de las clases.

Mi padre me regaló una bicicleta por mi cumpleaños que había sido hacía 3 días, así que ahora iba y volvía al instituto en bici. Al llegar al pueblo había un revuelo enorme en la puerta de la tienda, Dani, Raquel y yo nos acercamos para ver qué pasaba. Como éramos más ágiles que el resto nos colamos entre las personas y pudimos ver a través del cristal de la puerta.
-Es… es… - intentaba decir Dani – es… ¡Sergio! – al decir esto yo me giré para observar bien la escena, estaba el señor Rodiles junto a su esposa abrazando a un joven de unos 16 años aunque muy alto, de piel morena, pelo corto y castaño oscuro. Ese debía de ser Sergio, el chico desaparecido.
-¿Qué ha pasado?- preguntó Raquel a unas señoras.
-El chico ha aparecido caminando de entre los árboles y…
-iba horriblemente vestido,…
-Sin decir nada a nadie se ha dirigido hacia la tienda de sus padres y ahí siguen…
-llevan casi una hora ahí dentro…
Las mujeres se cortaban unas a otras, todas querían contarnos que había pasado, yo miré al bosque ¿de dónde vendría desde ahí? ¿Qué le habría pasado durante este año? ¿Cómo es que había vuelto? Era muy extraño que un menor después de un año volviese sano y salvo, al menos aparentemente, mi madre se pondría feliz y se relajaría, debía ir a contárselo.
-Chicos…
-Me voy corriendo a decírselo a mi hermano…- dijo Dani saliendo de la multitud sin darme tiempo a terminar de decir nada.
-Yo también me voy que llego tarde a comer.- añadió Raquel y se fueron. Yo me volví a girar hacia la puerta, se les veía muy felices, qué contentos tenían que estar los tres, estuve unos segundos observando la escena, justo cuando estaba a punto de irme, los ojos del señor Rodiles se clavaron en los míos de una forma desconcertante.